¿Qué queremos los seres humanos? Parte 2

En relación con la necesidad de orientación, las personas intentamos buscar explicaciones del «cómo» y «por qué» de las cosas. Esto no tiene por qué ser un problema, salvo cuando esa búsqueda de respuestas nos mantiene enfocados

En el anterior post (¿Qué queremos los seres humanos? Parte 1), comenté los anhelos básicos sentido de pertenencia y conexión con los demás, necesidad de coherencia, comprensión y predictibilidad y necesidad de sentir. En este post, hablaré de la necesidad de orientación, la necesidad de sentido y dirección y la necesidad de competencia.

En relación con la necesidad de orientación, las personas intentamos buscar explicaciones del «cómo» y «por qué» de las cosas. Esto no tiene por qué ser un problema, salvo cuando esa búsqueda de respuestas nos mantiene enfocados persistentemente en el pasado (dándole vueltas a cosas que ya ocurrieron una y otra vez) o en el futuro (preocupándonos por un hipotético futuro). Es entonces cuando esta búsqueda de respuestas nos lleva a una desconexión con el presente; a perdernos, de hecho, nuestra vida tal y como sucede en el aquí y ahora. Hayes propone como alternativa adaptativa a esta necesidad de orientación enfocarse de forma flexible, voluntaria y fluida en el presente, en lo que está aquí y ahora a nuestro alcance. Ello produce una mayor orientación tanto respecto a nuestro mundo interior como a nuestro entorno. Al fin y al cabo, el único momento en el que podemos «actuar» y ser agentes de cambio, es en el ahora.

En cuanto a la necesidad de sentido y dirección vital, esta puede derivar en ocasiones en un «querer más» cosas o recursos de forma excesiva, y en la persecución de metas impuestas social o culturalmente (los «debería»), lo que nos lleva a buscar la gratificación por encima de todo, y a una actitud de superioridad de nuestras elecciones vitales respecto a las de los demás. El resultado de esta búsqueda desconectada de los verdaderos deseos de cada uno de nosotros, es una sensación de vacío o de insensibilidad hacia los demás. La alternativa que propone Hayes es centrarnos en cualidades de acción elegidas libremente por cada uno de nosotros, en función de lo que verdaderamente nos importa en la vida (lo que en ACT se denomina valores). Cuando la motivación de nuestras acciones tiene que ver con nuestros valores, con lo que en nuestro corazón nos importa de verdad, y no con acumular más o con cumplir expectativas impuestas social o culturalmente, experimentamos una sensación de mayor significado y dirección vital elegidos.

Por último, la necesidad de competencia tiene que ver con la necesidad compartida de los seres humanos de conseguir logros y metas. En ocasiones, en el polo desadaptativo, esta necesidad nos lleva a la obsesión con el trabajo o una tarea o, a lo opuesto, la procrastinación. Se intenta conseguir la perfección o, en el caso de la procrastinación, la evitación del fracaso a toda costa. Hayes propone, como alternativa adaptativa, abordar esta necesidad desde una mayor flexibilidad y un mayor equilibrio conductual, focalizándonos en construir patrones de comportamiento cada vez más amplios basados en nuestros valores. Cuando damos pasos que tienen que ver con nuestros valores, nos sentimos comprometidos con nosotros y nuestra vida, y experimentamos una mayor sensación de competencia vital.

En conclusión, según Hayes, el problema no es la búsqueda de satisfacción de los anhelos fundamentales del ser humano en sí, sino aplicar la «solución incorrecta» al «problema humano correcto». Lo que nos lleva al malestar psicológico, en relación con estas necesidades, es buscar la gratificación «cierta» y a corto plazo de las mismas, en lugar de invertir nuestros esfuerzos en ganancias personales mayores, más demoradas y quizás no tan ciertas.

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